3. Theodore Dalrymple, una visión antropológica de Shakespeare.
3.1.
Shakespeare es un escritor universal.
Theodore
Dalrymple (pseudónimo de Anthony (A.M.) Daniels) nos aporta una visión
antropológica de Shakespeare[1].
Destacado médico, psiquiatra y escritor -no creyente-, trabajó en
el África (Zimbabue y Tanzania) y en Inglaterra en una cárcel y en un
hospital público. Dalrymple se acerca a Shakespeare con la perspectiva y la
experiencia de un médico psiquiatra al que muchos pacientes han acudido en vano
buscando una pócima que los ayude a vivir aliviados de los pesares del espíritu.
Se interesa particularmente en la razón por la que el Bardo es alguien que ha
"disecado" con maestría sin par el espíritu humano hasta en sus meandros
más íntimos. En su libro Lo que queda de
la cultura dedica dos capítulos a Shakespeare, y nos explica las razones
acerca de su permanente actualidad, utilizando el ejemplo de Macbeth para desarrollar su tesis. Se ha
interesado particularmente en la razón por la que Shakespeare es un escritor
para todos los tiempos: un escritor universal.
Shakespeare
nos muestra que los problemas y desafíos del hombre y de la sociedad
contemporánea no son muy diferentes a los del siglo XVI.
Dalrymple
afirma que en Macbeth "la
ambición y la maldad son parte de la naturaleza del hombre. La obra es un
estudio de la ambición, y la maldad a la que la ambición lleva una vez que
alguien se ha embarcado en el camino del mal sin los topes provistos por la
inhibición ética y por la lógica del mal. Todo lo que necesitamos es entender
el juego, y por lo tanto ser humanos, y al atender a los detalles tendremos una
apreciación más profunda que si leemos toda la filosofía, la sociología, la
criminología y la biología de los dos últimos siglos de nuestro objeto de
estudio. No son las estadísticas las que nos conducirán a la comprensión acerca
de nosotros mismos, ni será la dilucidación acerca del genoma humano la que
volverá a Shakespeare redundante. Aquellos que piensan que la comprensión del
funcionamiento de la doble hélice es similar a la comprensión acerca de
nosotros mismos, no sólo son víctimas de una ilusión, sino que se disminuyen a sí
mismos como seres humanos, y no solo se condenan a no avanzar en la comprensión
de sí mismos, sino a experimentar un retroceso efectivo".
Históricamente,
"las masacres y el genocidio no han sido siempre acompañados por una
ideología. Más que en las "ideologías", el problema está en el hombre:
¿eran "ideológicas" las hordas de los mongoles? ¿fueron
"ideológicos" los conflictos étnicos en Ruanda y Burundi? Y a partir
de mi práctica médica, no me cabe duda, que "el mal radical" a gran
escala puede existir sin la sanción de una ideología oficial. Muchos hombres
son los Macbeth de su propio pequeño mundo. La medida del mal no es lo mismo
que el recuento de cadáveres."
En
el camino del poder, una vez conseguido el objeto de la ambición, el poder
absoluto, el terror y el espionaje pasan a ser instrumentos de su mantenimiento
y el totalitarismo parece una consecuencia directa: "Macbeth se jacta de
que tiene espías en los hogares de los enemigos potenciales: una clase que
crecerá cada vez más, por supuesto, con cada nuevo asesinato". Así,
"ni el espionaje ni el temor fueron inventos del maldito siglo XX de
Solzhenitsyn, ni la tiranía está disponible como si fuera una nueva invención,
dado que proviene de la misma alma humana."
Para
no caer en aproximaciones teóricas Dalrymple nos ayudará en la primera etapa de
la ascensión, hasta llegar a un estadio superior que va a incluir el mundo
sobrenatural. Tendremos en cuenta su consejo: "como Orwell señaló, se
requiere esfuerzo y determinación para ver lo que está delante de la cara de
uno. Y entre los esfuerzos que se requieren, uno es el descarte de las lentes
de la teorización excesiva o falsa." [2]
3.2.
La antropología nos muestra las "reglas del funcionamiento" del
hombre
3.2.1.
El respeto a los límites
El
hombre funciona dentro de ciertos límites, y la verdadera humanidad consiste en
respetarlos. Ni quedarse corto, ni pasarse de la raya. Si se sobrepasan, automáticamente
hay que pagar un precio. Dalrymple explica la forma que tiene Shakespeare de
mostrar las "reglas que rigen la conducta humana y las consecuencias del
uso de la libertad" haciendo patentes los precios que paga el hombre por
no respetar los límites que están en su propia naturaleza, y nos permite llegar
a una "visión profunda del corazón de nuestro propio misterio", desmenuzando
en átomos de existencia la naturaleza humana en funcionamiento.
La
sociedad también debe reconocer y respetar los límites. La moderación y
educación de las inclinaciones propias a la naturaleza, son la "condición
indispensable de la existencia civilizada". El mundo contemporáneo pone en
jaque a la civilización por el desconocimiento de los límites hasta el punto en
que si los seres humanos no reconocemos nuestras limitaciones y no nos
controlamos socialmente, "sucumbiremos a la bestialidad ideológica, a la
de los instintos, o -curioso logro de nuestra época- a ambas."
3.2.2.
En la tierra no existe "la felicidad", ni hay una solución definitiva
a los problemas del hombre
Todo
ser humano busca a lo largo de su vida la felicidad, o por lo menos la prefiere
a la infelicidad. A lo largo de su vida va descubriendo que no hay una píldora
mágica para conseguirla, ni existen remedios para todos los males. No hay
utópicas soluciones sociales. No hubo, no hay, ni habrá en este mundo una
solución definitiva a los problemas de los hombres, que estamos de paso por la
tierra.
Como
médico con amplia experiencia en el mundo de la salud física y mental, al haber
ejercido -por años-su profesión tanto en hospitales públicos como en la cárcel,
a Dalrymple le fueron solicitadas en innumerables oportunidades soluciones para
personas con problemas físicos y mentales de diferente categoría y dimensión.
"Todos los días, varios pacientes me plantean la pregunta de Macbeth[3]
con respecto a sí mismos, en un lenguaje menos elevado, por cierto, y esperan
una respuesta positiva. Pero cuatro siglos antes de que la neuroquímica fuera
incluso pensada, y antes de que cualquiera de los avances promocionados por las
neurociencias que supuestamente nos dieron una nueva y mejor comprensión de
nosotros mismos, Shakespeare sabía
algo que estamos cada vez más reacios a reconocer: no hay una solución técnica
a los problemas de la humanidad”.
El
camino entonces, no pasa por el Prozac o sus equivalentes. En un mundo invadido
por drogas legales, prescriptas por médicos y psiquiatras, "no ha llegado
la hora de la felicidad, y -como siempre- sigue sin ser cumplida la promesa de
una píldora para cada enfermedad (…) Los problemas se encuentran indeleblemente
arraigados en nuestra naturaleza". Shakespeare lo muestra "con un
genio característico desde entonces nunca igualado, por lo que cada vez que
nosotros los modernos consultamos sus obras, salimos con una visión más
profunda del corazón de nuestro propio misterio".
El
problema de la felicidad está estrechamente asociado a la conducta, y
Shakespeare se dedica a mostrar las consecuencias derivadas de las conductas de
los protagonistas de sus obras, lanzados en procura de sus objetivos
personales. En el caso de Macbeth es
posible ver y analizar los comportamientos relacionados con la ambición de un
hombre y una mujer a la búsqueda de un poder cada vez mayor, y algunas
consecuencias de sus propias decisiones en ellos mismos y en la sociedad que
los rodeaba. Particularmente, vemos como el terror surge casi necesariamente
como herramienta del ambicioso cuando su sed de poder se "sale de
madre".
3.2.3.
"Macbeth" nos permite analizar la naturaleza humana
En
los personajes y las circunstancias que van sucediendo en la obra es posible
reconocer seres humanos "corrientes" integrados en historias
creíbles. ¿No ha habido en la historia matrimonios dispuestos a destruir su
propia humanidad y destinados a terminar trágicamente, protagonistas de
carreras comenzadas desde el llano en procura de un poder sin límites y de fines
mezquinos, y de quienes hubiera sido posible pensar en destinos ordinarios como
los del resto de los comunes mortales?
En
procura de construir un "caso creíble", Shakespeare procura
minuciosamente que no pueda inferirse que la conducta de Macbeth obedezca a
razones ideológicas. Lo vacía de motivaciones psicológicas que habitualmente se
construyen como meras justificaciones para hacer el mal "sin culpas",
y solo deja "las que surgen únicamente de la naturaleza humana
universal". Así, como un hombre normal, provisto con una naturaleza igual
a la de cualquier hombre normal, el protagonista se constituye en un ejemplo
accesible y reconocible para todos: “... no es un psicópata o sociópata. Él es
un hombre normal, dotado de una naturaleza que no siendo peor que la nuestra,
se erige por supuesto como un ejemplo escalofriante para todos nosotros."
Esta deducción realizada por un reconocido y experimentado psiquiatra es de una
importancia fundamental en una época en que la búsqueda de excusas y
explicaciones exculpatorias de la responsabilidad personal en la construcción
del propio destino está generalizada.
Al
preguntarse Chesterton si hay un mensaje de Shakespeare para todos, se imagina
a Macbeth leyendo a Macbeth, y extrae una moraleja que puede servir siempre:
"No escuches a los espíritus del mal; no dejes que tu ambición te devore;
no asesines ancianos en su lecho; no asesines a las mujeres e hijos de otras
personas como parte de la diplomacia; porque si haces estas cosas es muy
probable que lo pases muy mal."[4]
3.2.4.
La importancia de la conciencia
Shakespeare
nos muestra el funcionamiento de la conciencia. La ambición de Macbeth radica
en su interior. Nuestras faltas morales no radican en las cosas o en las personas
que nos rodean, sino en nuestro propio interior, y se producen a partir de las
formas y las intenciones que dejamos anidarse en nosotros mismos con respecto a
ellas, que nos conducen a hacer lo que no debemos y a traspasar los límites.
"Macbeth sabe que lo que hace es moralmente malo a lo largo de toda la
obra" y que "el mal", una vez cometido, tiene una lógica propia
de la que no se podrá escapar. Sabe "que hay un límite que, una vez
cruzado, priva al hombre de su plena humanidad". En otras palabras, los
límites hacen que nos mantengamos humanos, y existen para no ser atravesados.
El
hombre está hecho de tal modo que de nuestro interior pueden surgir las mejores
y las peores acciones. Las diversas circunstancias o contextos históricos, las
mejores o peores circunstancias, constituyen el marco en el que se desenvuelve
nuestra historia personal. Solzhenitsyn
llega a la misma conclusión cuando analiza las conductas de los diferentes
tipos de carceleros del Gulag. Encuentra el cambio profundo que se produce en
el corazón de los malvados cuando se traspasa "el umbral" que llama
"de la villanía". Cuando se pasa ese límite, el "retorno"
del malvado a la normalidad se hace cada vez más difícil... [5]
La
conciencia le advierte a Macbeth las razones de fidelidad al rey, que descarta
impulsado por una ambición que ya ha tomado forma en su interior: "Él se
encuentra aquí (en mi casa) bajo una doble salvaguardia. Primero, soy su
pariente y su vasallo; dos poderosas razones contra el crimen… Además, de
acuerdo a las leyes de la hospitalidad, debiera cerrar las puertas a su asesino
y no tomar yo mismo el puñal (…) No tengo otra espuela para aguijonear los
flancos de mi voluntad, a no ser mi honda ambición, que salta en demasía y me
arroja del otro lado…" [6]
3.2.5.
El pecado es un acto de la voluntad
Dalrymple
-sin mencionar al pecado como tal- nos advierte las consecuencias lógicas que se
desencadenan una vez franqueados los límites: "La flecha del tiempo va en una sola dirección. En varias ocasiones,
Macbeth hace referencia a "la inmutabilidad de lo que ya se ha
realizado", que es un pensamiento desconcertante en una época en que las
confesiones públicas incontinentes están de moda, como pretendiendo que las
meras palabras pudieran deshacer automáticamente el daño y convertir lo malo en
bueno. Como lo descubre Macbeth, el mal, una vez cometido, tiene su propia
lógica ineludible".
3.2.6.
Cuando la ambición se convierte en el motor principal de la conducta
"social"
Aunque
la frontera entre el bien y el mal esté adentro de cada persona, Macbeth se
constituye en un ejemplo atemporal sobre las consecuencias de la ambición
cuando esta se convierte en el motor de la conducta "social”. Nos es
mostrado cómo actúa la enferma ambición de poder que forma parte de la
naturaleza humana, y es común a todos los hombres y a todas las épocas.
Theodore Dalrymple, preocupado
por la decadencia cultural, toma el ejemplo de Macbeth como el caso del dirigente
a quien se le presenta la tentación de cometer lo que llamaríamos un crimen
político para ascender en su escala de ambiciones.
Y trae a colación la cita de Solzhenitsyn en la que éste atribuye a las
ideologías el brindar el impulso necesario a los Hitler o Stalin de nuestro
tiempo para provocar destrucciones masivas de pueblos, minimizando la época de
Shakespeare en la que las víctimas eran menos en cantidad. En efecto, una cosa
era matar a Duncan y otra es la magnitud de los modernos genocidios y matanzas.
Una cosa era el pensamiento de Lady Macbeth y otra las ideologías. Sin embargo,
el proceso interno de la tentación y de la realización del mal, son similares
desde Adán y Eva, pasando por Macbeth y su mujer, y llegando a nuestros
modernos revolucionarios y déspotas.
Afirma Dalrymple: "Macbeth
es llevado al mal por su ambición: y lo entendemos como si estuviéramos dentro
de la trama porque todos vivimos en una sociedad en la cual es inevitable
luchar por una posición o por el poder. Macbeth somos nosotros mismos sin
escrúpulos morales.”
Muchos
atribuyen a "las ideologías" el constituirse en la razón y el único
origen de todos los males que experimenta la sociedad. Estas presentan sistemas
de pensamiento mecanicistas, proponen herramientas de "ingeniería social"
como la solución a los problemas de la humanidad. Particularmente en el siglo
XX, han justificado soluciones "utópicas" que se han revelado
nefastas y contrarias a la libertad del hombre. En realidad, las ideologías han
sido -y siguen siendo fundamentalmente- justificaciones de herramientas e
instrumentos de poder de personalidades "totalitarias", en occidente
y en oriente, del hemisferio norte al sur. En los casos del nazismo y del
comunismo, terminaron transformándose en instrumentos de poder de personas
concretas.
La
búsqueda de las causas de los totalitarismos, siempre termina en personas con
nombre y apellido que en los hechos han creado, desarrollado y utilizado a las
ideologías para sus fines personales. Siempre surgirán manipuladores de ideas y
creadores de relatos provistos de una misma y profunda sed de poder, provistos
de una absoluta falta de escrúpulos y de límites éticos para conseguir sus
fines, como Atila, Robespierre, Lenin, Stalin, Hitler, Pol Pot, Mao o Fidel
Castro.
3.2.7.
El problema de la elección del mal por Macbeth es el mismo de todo ser humano.
En
la escena de la muerte de Duncan vemos en Macbeth y en lady Macbeth a dos
personas que nos muestran en sus diálogos que no se engañan, ni están
cometiendo un "error". Ambos entienden la naturaleza moral y la
gravedad de lo que están haciendo. Cuando elegimos el mal a conciencia,
repetimos razonamientos como los de Macbeth y Lady Macbeth.
Así,
Macbeth antes de cometer el acto se niega por un momento, e intenta justificar
la decisión: "No vamos a seguir con este asunto. El acaba de honrarme y yo
he logrado el respeto inestimable de las gentes, que debe ser llevado nuevo, en
su esplendor, y no desecharse tan pronto."[7]
Pero Lady Macbeth lo pone frente a la decisión ya tomada por ambos, y lo
provoca: "¿Te asusta ser el mismo en acción y valentía que el que eres en
deseo? ¿Quieres lograr lo que estimas ornamento de la vida y en tu propia
estimación vivir como un cobarde poniendo el «no me atrevo» al servicio del
«quiero», como el gato del refrán”[8]
(referencia al gato que quiere comer pescado sin mojarse para atraparlo). Esto alcanza para que Macbeth ratifique su
decisión de matar a Duncan: "¡Ya basta! Me atrevo a todo lo que sea
digno de un hombre. Quien a más se atreva, no lo es."[9]
Luego,
ni el agua de un océano podrá lavar la sangre que la obra que están por cometer,
que va a derramarse sobre ellos de un modo indeleble, y que pesará en ese mismo
momento sobre Macbeth, el que, inmediatamente de cometido el asesinato,
comenzará a lamentarse cuando golpeen a la puerta: "Me gustaría que
pudieras despertar, Duncan"[10].
Para Darlymple, cuando se franquean
los límites es como si el hombre perdiera "su plena humanidad":
"los límites son lo que nos mantiene humanos, y existen para no cruzarse,
a punto tal que la prisión en el caso de los crímenes horrendos sirve de
"castigo" pero no puede deshacer lo realizado. El bien y el mal, una
vez realizados, realizados están, y Macbeth es consciente en toda la obra que
lo que hace es moralmente equivocado: nunca afirma (como lo hacen muchos
relativistas modernos) que los justo es sucio y lo sucio es justo. Por lo
tanto, él mismo y sin ayuda de nadie refuta la teoría platónica del mal como la
ignorancia del bien. A diferencia de su esposa, que intenta engañarse a sí
misma creyendo que con un poco de agua podría borrar sus obras, el sabe que tan
pronto como comete el crimen, está comprometido irremediablemente."
3.2.8.
En el fondo, la verdadera libertad está en aceptar las reglas del juego.
Si
para algo sirve Macbeth, es para
ayudarnos a preservar "nuestra humanidad, aceptando las limitaciones de
nuestra acción humana". Si no lo hacemos, la falta de templanza se
convierte rápidamente en "una tiranía. Sólo podemos ser libres si
obedecemos las reglas, las reglas que cuentan".
Hasta
aquí, nos orientamos como el antiguo marino en el medio del océano, utilizando
solo un sextante, un mapa y un cronómetro. Sin ellos, es imposible llegar a un
destino preciso. Todo hombre necesita tres indicadores básicos de análisis del
terreno para avanzar por la vida respetando las reglas del juego. El primero le
permite diferenciar la verdad del error; el segundo le permite ver la bondad o
maldad de los actos humanos; y el tercero le permite calificar la belleza o la
fealdad de algo. Buscando la verdad, la bondad y la belleza, y rechazando el
error, la maldad y le fealdad es posible estar siempre orientado en el camino
de ascenso a la cima. Y aunque en algún momento se haya elegido alguna senda
que nos haya extraviado momentáneamente, siempre hay salida. Solo se trata de
utilizar el instrumento adecuado, y dejarse guiarse por él. Los aviadores saben
bien que deben dar prioridad absoluta a lo que indican los instrumentos, más
que a sus opiniones y sensaciones. Múltiples experiencias y accidentes
sucedidos han demostrado que es absolutamente vital hacerlo así.
3.3. Macbeth no estaba predestinado a ser un
criminal
Macbeth
venía haciendo un "recorrido sin faltas", hasta que "aflojó las
riendas", y dejó que el caballo se desbocara... Su caso nos muestra que
cualquiera puede caer, y perder el rumbo. En nuestro paso por la tierra, la
lucha es hasta el final. Nunca podemos decir que "ya nos hemos
salvado" o que ya hemos alcanzado nuestro mejor score. Siempre podemos estar mejor, o peor... Por más que llevemos
una buena vida, "solo el que persevera hasta el fin se salvará"[11],
y sea cual fuere el grado de perfección alcanzado, se puede caer desde
cualquier altura. Veamos las trampas en las que fue cayendo.
3.3.1.
Un héroe puede transformarse en villano
Por
los servicios prestados, el rey Duncan tenía a Macbeth por "un primo
valiente y digno caballero". Al ser traicionado por Cawdor, premia la
nobleza de Macbeth: "Nunca más traicionará el Barón de Cawdor mi íntimo
afecto. Su muerte disponed y saludad con su título a Macbeth. Lo que él ahora
pierde, el noble Macbeth lo gana"[12].
Hasta
ese momento entonces, "Macbeth es un héroe, un valiente soldado de una
buena causa, que lucha con valentía y lealtad para salvar el reino del buen rey
Duncan". Cuando se entera de las hazañas de Macbeth en la batalla, y
cuando lo recibe le manifiesta su reconocimiento exclamando: "¡Ah,
nobilísimo pariente! El pecado de la ingratitud ya pesaba sobre mí. Tanto te
has adelantado que las alas más veloces de la recompensa no llegan a
alcanzarte. Ojalá fueras digno de menos: te habría dado la justa medida de
premio y gratitud. Sabe que jamás tus merecimientos podremos pagar."[13]
¿Adonde está aquí el maligno villano?
3.3.2.
Un hombre que lleva una vida normal, puede deslizarse por la pendiente
Al
mismo tiempo nos aclara Dalrymple que antes de desbarrancarse, Macbeth es un
hombre normal. Volvamos a un texto ya citado: "No es un psicópata o
sociópata. Él es un hombre normal, dotado de una naturaleza que no es peor que
la nuestra: por lo que, por supuesto que se erige como un ejemplo escalofriante
para todos nosotros". Solo nos hace
falta salir un poco de la seguridad de la cubierta, lo que no requiere ningún
esfuerzo, para deslizarnos hacia el abismo. Nos basta con dejarnos atraer por
el canto de las sirenas sin aferrarnos al mástil, para que se desencadene
nuestro mayor drama posible.
3.3.3.
Ni la cuna ni la fortuna ni el éxito son garantía de probidad
"¿Que
más que lo que tiene Macbeth al iniciar el camino de su ruina puede desear un
hombre?" se pregunta Dalrymple. Un hombre que posea todo lo que cualquiera
podría desear, también puede caer. Una sana carrera en ascenso tampoco es
garantía. Muchas veces se afirma de tal o cual político electo que no va a
cometer latrocinios en el poder porque ya tiene lo que cualquier hombre desearía.
No es así. Antes de cometer el crimen, Macbeth no tiene razones para quejarse
de la hasta entonces carrera exitosa que debería llevarlo sana y lícitamente a
la cima de su recorrido en la vida terrenal. “No es la víctima de la injusticia
o ingratitud que podrían atenuar, aunque no excusar, sus crímenes posteriores.
No tiene nada de qué quejarse, todo lo contrario Tiene la suerte de su
nacimiento aristocrático, y es más que generosamente recompensado por el rey
por sus servicios militares".
3.3.4. Las condiciones de vida siempre pueden
parecer insuficientes
Muchas
veces justificamos nuestras malas acciones echando la culpa a condiciones de
vida que consideramos injustas, o que no son suficientes para compensar
nuestros "méritos". Duncan pondera la belleza y tranquilidad del
castillo de Macbeth, por lo que parecería que Macbeth no se puede quejar, ni
victimizarse con respecto a su situación.
Muchas veces, en nuestra época híper "psicologizada", es una
actitud habitual considerar que somos tenidos en menos respecto de nuestros
"merecimientos", o que somos tratados injustamente respecto de otros.
Macbeth, "tampoco es la víctima de injusticias o ingratitudes que podrían
atenuar, aunque no excusar, sus crímenes posteriores. No tiene nada de qué
quejarse. Todo lo contrario, porque tiene la suerte de su nacimiento
aristocrático, y porque es más que generosamente recompensado por el rey por
sus servicios militares", "no puede quejarse de sus circunstancias
económicas" y "difícilmente puede afirmar que esté infravalorado por
Duncan pero no obstante, lo mata".
3.3.5.
El resentimiento tampoco es el único origen de la maldad
Estando
el resentimiento en el origen de muchas malas acciones, tampoco es la causa
única ni tampoco la fundamental de estas. Macbeth no es un resentido ni tiene
rencores, ni "se queja de malos tratos". Más aún, Macbeth debería
estar agradecido a Duncan por las promociones otorgadas por sus servicios, e
impulsado a mayores y mejores actos de reconocimiento a su rey. Sin embargo, lo
traiciona vilmente. Duncan va a dormir a la casa de Macbeth con la confianza
que un resentido no inspiraría.
3.3.6.
Todo es poco para el que no se auto limita
La
búsqueda de lo que creemos ser mejor y el deseo de tener más pueden ser
ilimitados. A Macbeth lo mueve la búsqueda de un poder más grande que el que posee.
Reconoce que no tiene ningún motivo para sus crímenes, y que el ansia de poder
anida en su interior, como esta encuentra su lugar en el corazón de muchos: “como
todos vivimos en una sociedad en la que competir por la posición y el poder es
inevitable, todos pueden entender su caso desde adentro. Macbeth es cualquiera
de nosotros sin escrúpulos morales”. El es conducido al mal por su ambición. La
ambición "desmedida" lo tienta. Acepta pagar el precio. Al hacerlo,
pasa inmediatamente a ver la realidad de una forma diferente. La virginidad no
se puede rehacer.
3.3.7.
La ambición de poder impulsa a Macbeth a actuar como lo hace
Para
Shakespeare, la naturaleza humana tiene potencial tanto para hacer el bien como
el mal. La ambición de Macbeth ya existía cuando va a ver a las brujas, como lo
muestran sus reflexiones. Pero estas le brindan el marco necesario para el
planteo del camino de su ambición, en un contexto en que el gozaba de la estima
y la aprobación de sus semejantes porque precisamente sus anhelos hasta aquí
estaban bajo los límites de un control ético. Cuando lo saludan como Thane de
Cawdor y futuro rey de Escocia en realidad actúan como un espejo y retrato de
sus tentaciones más íntimas, y sus predicciones sirven de disparadores del
siniestro proyecto.
Macbeth
se pregunta a sí mismo si la corona vendrá caminando hacia él por voluntad
propia o si él deberá apoderarse de ella. Si la grandeza se producirá espontáneamente
o si habrá que forzar el camino. Y tendrá dudas y titubeos prácticamente hasta
el momento del crimen.
De
hecho, "Macbeth no es tan ambicioso que nada más le importe. Su ambición de
aprobación establece límites" que fueron franqueados de a poco y cuya
inspiración demoníaca está representada cuando las tres brujas, quizás escudriñando
los rincones de su mente con anticipación, lo saludan "como Thane de
Cawdor y futuro rey de Escocia". En esos obscuros rincones hormiguean las
"tentaciones" que le hacen interrogarse acerca de la inevitabilidad
de lo que está por sucederle, y de las fuerzas que necesitará en su momento, cuando
también intervenga lady Macbeth.
3.3.8. El papel de Lady Macbeth: la ambición insana
se comparte y el traspaso de los límites no se hace en solitario...
En el camino del mal hay inspiradores, socios y
compañeros de ruta.
Afirma
Darlymple que "como los marxistas rusos necesitaban su Lenin, Macbeth
necesitará a su Lady Macbeth." Ella le suministrará la energía que le
falta, como socia en la vida y compañera de ruta, quizás repitiendo el molde
forjado cuando alguien afirmara que "la mujer que me diste me hizo
pecar", en una de las excusas más estrechamente ligadas a la caída de la
naturaleza humana. Quizás sea una temeridad la comparación, pero siempre es un
aspecto particularmente significativo el rol de la mujer como "factor
influyente" –para el bien y para el mal- en la conducta del hombre. Por
cierto que la ambición de lady Macbeth es que el sea rey, a cualquier costo. La
ambición no es solo de Macbeth.
Aquí
también, como con Duncan, la relación entre Macbeth y Lady Macbeth empieza
bien. Pero los hechos se van produciendo de acuerdo con las emociones, deseos,
decisiones e interacción entre ambos, que se van traduciendo en conductas que
se escapan del "control ético" y rápidamente toman el camino del mal.
Para Darlymple, el error psicológico del matrimonio, reside en imaginar que el
bien "puede ser simplemente ignorado sin consecuencias".
Macbeth
duda por un momento: "No debemos ir más lejos en este asunto. Acaba de
colmarme de honores y he adquirido una reputación de oro que quisiera conservar
en su esplendor, en vez de enlodarla tan pronto."[14]
Y solo dará Macbeth el paso adelante cuando Lady Macbeth ponga en duda su
hombría y fortaleza, a modo de estímulo: "¿Te asusta ser el mismo en
acción y valentía que el que eres en deseo? ¿Quieres lograr lo que estimas
ornamento de la vida y en tu propia estimación vivir como un cobarde, poniendo
el «no me atrevo» al servicio del «quiero»? ¿Qué bestia te hizo revelarme este
propósito? Cuando te atrevías eras un hombre; y ser más de lo que eras te hacía
ser mucho más hombre. "[15]
A
estas humillaciones él responderá finalmente con un "me atrevo a hacer
todo lo que puede llegar a hacer un hombre", es decir, "lo
haré". Muestra así Macbeth con su vergüenza ante la humillación, un
malsano deseo por aparentar frente a su mujer, y la búsqueda de su
reconocimiento inmoral por parte de ella, que al optar también por el mal,
contribuye a que se pervierta la fuente del amor conyugal.
También
Lady Macbeth elige "suprimir el potencial para el bien de su propia
naturaleza". Se trata de la libre y deliberada elección del mal. Y para
conseguirlo invoca además a los espíritus malignos. Según Dalrymple, manifiesta
"la evocación más escalofriante de la elección voluntaria del mal en toda
la literatura": "¡Corred a mí, espíritus propulsores de pensamientos
asesinos!... ¡Cambiadme de sexo, y de los pies a la cabeza llenadme, haced que
me desborde de la más implacable crueldad!... ¡Espesad mi sangre; cerrad en mí
todo escrúpulo compatible con la naturaleza que turbe mi propósito siniestro,
interponiéndose entre el deseo y el golpe! ¡Venid a mis senos maternales y
convertid mi leche en hiel…!"[16].
Aquí Dalrymple roza el mundo sobrenatural, sin desarrollar el tema, sobre el
que volveremos más adelante al tratar sobre la libre aceptación del pecado.
Dalrymple
describe el proceso interior de una Lady Macbeth que reconoce los escrúpulos en
su marido: "Me temo que tu naturaleza esté demasiado llena de la bondad
humana como para coger el camino más cercano. Ella debe hacer cuajar la leche,
y lograr que Macbeth abjure de sus buenas cualidades, si es que ha de actuar
como ella desea. Pero paradójicamente ella, que se toma generalmente como
ejemplo para representar el colmo de la maldad, no es, por naturaleza, el mal
en sí misma, sino solamente el mal potencial, en otras palabras, el mal por
elección. Reconoce la necesidad de suprimir el potencial para el bien de su
propia naturaleza, para obedecer a los dictados de la ambición. La mayoría de
los hombres y las mujeres, para hacer el mal, deben suprimir el bien dentro de
ellos mismos. Y del mismo modo, para ser buenos, deben suprimir el mal. No hay
victoria final de uno y del otro. De hecho, la tragedia de Lady Macbeth es que
subestima gravemente la fuerza del bien en su interior. Su error psicológico es
imaginar que el bien dentro de ella podría simplemente ser ignorado sin
consecuencias. Luego que ella y Macbeth se han cubierto de sangre por el
asesinato de Duncan y los dos eunucos, ella dice: "Retirémonos a nuestra
cámara, y un poco de agua nos limpiará de esta obra”. ¿Cuántos de mis pacientes
–se pregunta Darlymple- piensan que ellos pueden comportarse sin escrúpulos y
sin una penalización a pagar? Un poco de agua podrá lavar la sangre, pero no el
pecado ni la culpa".
Chesterton
afirma que si pretendemos construir un palacio a partir del mal, el mismo
palacio se va terminar convirtiendo en nuestra propia prisión. Y esa lección es
también aplicable a nosotros. Él cree que al final Macbeth y Lady Macbeth se salvaron,
como almas fuertes y elementales que terminan unidas en su matrimonio. Pero
afirma a continuación, quizás dudando de lo que acaba de escribir, que de
cualquier modo, de lo que sí estamos seguros es que "estén donde estén,
están los dos juntos".
3.3.9.
El deseo de aparentar es muy fuerte
La
naturaleza caída nubla la mente haciéndola preferir la apariencia antes que el
ser, y se mueve muchas veces prefiriendo el reconocimiento a la humillación.
Así le sucede a Macbeth. Nos explica Dalrymple que "la herramienta que
Lady Macbeth utiliza para galvanizar a su marido a la acción es la humillación.
Ella lo humilla para que haga lo que sabe que es malo, al igual que muchos de
mis pacientes que toman heroína comenzaron a tomarla porque tenían miedo de
parecer débiles a los ojos de sus amigos. Macbeth ama y respeta a su esposa (la
llama "mi compañera más querida en la grandeza"), pero Lady Macbeth
pervierte su amor... La lección es que cualquier emoción fuerte o el deseo, que
pueden ser virtuosos en muchas circunstancias, se pueden transformar en
propósitos malignos si se escapa al control ético. “Macbeth sucumbe al deseo de
mostrar determinada imagen de sí mismo a su mujer. Curiosamente ella conoce
perfectamente esa debilidad, y juega con ella, por lo que -en el fondo- se
trata de un juego de apariencias que repercute dramáticamente en la realidad.”
3.3.10.
Macbeth sucumbe a la "presión social" representada en Lady Macbeth aunque
la "presión social" también puede ser ejercida para el bien
No
está mal el deseo de dar un testimonio que sirva como modelo a ser imitado. De
hecho, la utilización de los próceres en la educación busca hacer socialmente
aceptables y deseables determinadas conductas valiosas para un pueblo.
"Los hombres buenos, están comprometidos en una empresa común, que es
reforzada por los valores que comparten”. Dalrymple señala que no siempre la
presión social es necesariamente mala o negativa. Así, los que lucharán para
derrocar luego a Macbeth se aleccionan mutuamente reforzando entre ellos el
sentido del honor y las cualidades que refuerzan la dignidad humana. Malcolm y
Ross anuncian a Siward la muerte de su hijo en el combate: "Señor, vuestro
hijo pagó la deuda del soldado. Vivió para llegar a ser un hombre, pero murió
como un hombre no bien hubo confirmado su valor en el puesto en que luchó
inconmovible". Siward quiere confirmar en qué condiciones murió. Pregunta:
“¿Fue herido por delante?”. Contesta Ross "Sí, de frente". Entonces
Siward toma su caso como encomiable: "Sea entonces soldado de Dios. Si
tuviera tantos hijos como tengo cabellos, no podría desearles mejor muerte".[17]
Para Dalrymple, "sin las virtudes sociales del honor y la obediencia al
deber, el joven Siward podría haber huido y salvado la piel, dejando a Macbeth
en el poder. Y es así que la muerte como un sacrificio que ha valido la pena le
da un significado; y ese significado -a su vez- pone un límite a la pena del
padre." Y refuerza el sentido de una también posible virtuosa vida social.
3.3.11.
El límite entre el bien y el mal está en el interior de Macbeth, y de todos...
El
pecado original, es decir, el pecado de haber nacido con la naturaleza humana,
que contiene dentro de sí la inclinación al mal, siempre se burla de los
intentos buscar la perfección sobre la base de la manipulación del contexto. La
prevención del mal siempre requerirá más que de lo que pueda preverse a través
de los acuerdos sociales deseables y posibles. Siempre requerirá del
auto-control personal y de la limitación consciente de los apetitos. La
"ingeniería social" no puede eliminar las consecuencias del pecado
original, que han quedado impresas en la naturaleza humana.
Dalrymple
destaca que al privar Shakespeare a Macbeth de una especial predilección por el
mal, y al negarle todas las posibles circunstancias que podrían justificar sus
acciones, dejará al desnudo la línea entre el bien y el mal que existe en el
interior de cada corazón humano, y nos mostrará las consecuencias de cruzarla,
aunque sea por alguien que no tenga una excusa que lo justifique o alguna
propensión especial para hacerlo. Nos señala que esa misma línea siempre está
ahí, y que es fácil y desastrosamente cruzada, destruyendo así la ilusión
utópica de que los acuerdos sociales se pueden hacer tan perfectos que los
hombres ya no tendrán que esforzarse por ser buenos.
Shakespeare excava en la línea
que divide al bien del mal que pasa por el interior de todo corazón humano.
Solzhenitsyn hace lo mismo en el Archipiélago
de Gulag: "Gradualmente fui viendo que la línea divisoria que separa
al bien del mal no pasa a través de los estados, ni de las clases sociales, ni
tampoco pasa entre los partidos políticos, sino directamente a través de cada
corazón humano y de todos los corazones humanos".
3.3.12.
La conciencia de las faltas cometidas puede existir, pero no alcanza para la redención
humana
Para
redimirnos, ni aún humanamente, tampoco alcanza reconocer las consecuencias de
nuestros malos actos . Podemos conocer la ley natural por medio de la razón. A
través de ella tomamos conciencia en nuestras vidas del bien y de mal. Macbeth
tiene consciencia de las faltas que comete y varias veces se lamenta de lo que
está haciendo ("me gustaría que pudieras despertar al llamado,
Duncan"[18]).
Nunca afirma que el mal sea el bien, ni que el bien sea el mal. Sin embargo,
ello no obsta para continuar con el "rumbo de colisión" que ha
elegido. No alcanza con ver el bien, ni aprobarlo incluso. Hay que practicarlo.
Para
santo Tomás, la ley natural consiste en "la participación como criaturas
racionales en la ley eterna". La "visión antropológica" de Dalrymple
nos hace llegar hasta aquí, permitiéndonos distinguir con claridad su visión
"natural", complementaria de la sobrenatural que abordaremos de la
misma obra de Shakespeare.
[1] “Our Culture,
What's Left of It: The Mandarins and the Masses” by Theodore Dalrymple, 2007 –
Las citas han sido traducidas del capítulo “Why Shakespeare Is For
All Time”
[3] La pregunta y el problema imposible de resolver para
Macbeth o para cualquiera consiste en como lograr los objetivos de la ambición
y como lograr el poder sin las inhibiciones de la moral, y no destruirse al
mismo tiempo como persona.
[4] “Los Macbeths” de G.K. Chesterton en El Amor O La
Fuerza Del Sino - Editorial RIALP
[5] « La scélératesse,
semble-t-il, est elle aussi une grandeur à «seuil». Oui, toute sa vie, l'homme
hésite, se débat entre le bien et le mal, glisse, tombe, regrimpe, se repent,
s'aveugle à nouveau, mais tant qu'il n'a pas franchi le seuil de la
scélératesse, il a toujours la possibilité de revenir en arrière, il reste dans
les limites de notre espoir. Mais quand il en franchit soudain le seuil, par la
densité de ses mauvaises actions, leur degré, ou par le caractère absolu du pouvoir
qu'il exerce, il s'exclut de l'humanité. Et peut-être sans retour. »
L'Archipel du Goulag, t. 1, p. 132.
L'Archipel du Goulag, t. 1, p. 132.
[7] Macbeth, I-7
[8] Macbeth, I-7
[9] Macbeth, I,7
[11] Mateo 10,16-23
[12] Macbeth, I-2
[14] Macbeth, I-7
[15] Macbeth, I-7
[17] Macbeth 5-7
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